sábado, 7 de marzo de 2015

"SELMA": Panfletaria, efectista, anticinematográfica...


Probablemente, “Selma” sea la cinta más panfletaria, efectista y anticinematográfica que he visto en años. Y me quedo tan ancho al decirlo, por muy políticamente incorrecto que pueda parecer este comentario, dado que el filme se ha erigido en la bandera con el que el black power hollywoodiense pretende sacudir este años las conciencias y reivindicar un pasado y presente de discriminación. 


Y es que, me vais a permitir que pase con olimpismo de connotaciones fuera de la pantalla que, francamente, como diría Rhett Butler, me importan un bledo. Porque, al fin y al cabo, lo que debe juzgar una película, no es otra cosa que su valía per se. Y, desde ese punto de vista, “Selma” es todo aquello que jamás quiero ver en un cine. 


Cuando tienes un argumento real tan potente, sensible y, diablos, mítico como el que cuenta la cinta de Ava DuVernay, la historia se cuenta por si misma. La película que de ello hagas no necesitas enfatizar cada imagen con una fotografía publicitaria, caer en la cámara lenta, subir la música sensiblera hasta el abuso, ni pretender en cada plano crear un icono. No estás haciendo Historia, nena, estás contando Historia. Y lo haces, además, sobre un tema como el racismo en la América profunda sobre el que se habrán podido llevar a cabo mil y una aproximaciones. Y sobre un personaje, Martin Luther King, sobre el que se ha dicho ya todo lo que cualquiera se sabe de carrerilla.

Ava DuVernay dirige a David Oyelowo

Con todo ello, lo que consigue “Selma” es retraer al espectador al que cansa tanta pose, tanta impostura antinatural, poco empatizable, en un tiempo que vivimos que, en lo audiovisual, es, pese a quien pese, hiperrealista.

Una lástima que, con el pretexto de llegar al gran público, de tratar de hacer carrera de premios, la opción que se tome pase por tratar infantilmente al espectador, con una burda manipulación demagógica, tópica y simplista a mas no poder. Pitt, Ophra y compañía se han gustado demasiado, olvidando muy pronto que se puede hacer cine militante a la par que de enorme calidad, como demostraron el año pasado auspiciando un peliculón, de poso muy similar, como fue la seca, brutal y maestra “Doce años de esclavitud”.


NOTA: 2/10