domingo, 1 de junio de 2008

PEQUEÑAS JOYAS: "Mil años de oración" de Wayne Wang

En “Mil años de oración” no pasa nada, pero ocurre todo. Los silencios hablan y las palabras causan silencio. La historia es la del señor Shi, un jubilado chino que viaja a Estados Unidos donde reside su hija Yilan, que se ha divorciado de su marido. El encuentro entre ambos será difícil, pues les separan distintos modos de ver las cosas.
Este argumento encuentra origen en un relato corto de la escritora pekinesa, afincada en Estados Unidos, Yiyun Li. Partiendo de este material, guionizado por la propia Li, el realizador Wayne Wang construye una poderosa historia con el único arma de la desnuda sencillez, y ahí es donde el director honkonés se revela con un pulso maestro. Alejado de las artificiosas producciones en las que se encontraba preso estos últimos tiempos (ej. “Sucedió en Mahattan”), “Mil años de oración” es directa y concisa, cine al natural. En ella Wang planta su cámara frente a los actores y deja que éstos desmenucen la narración, sin excesos, ni florituras técnicas. Sin un especial tratamiento de la luz o el encuadre. Porque lo que importa son los sentimientos y la revelación de estos sin otra apoyatura que la estupenda banda sonora de Lesley Barber que, en contados pero claves momentos, subraya sin estridencias lo que se está narrando.
Así, al igual que el señor Shi desmonta en el filme unas desordenadas muñecas rusas de su hija, Wayne Wang nos va desgranando los secretos de las vidas de los dos protagonistas, sin estridencias, a lo largo de unos pausados pero espléndidos ochenta minutos.
El filme (aún en cartel) fue justamente premiado en el Festival de cine de San Sebastián con la concha de oro y su protagonista, Henry O., con la concha de plata. Y es que sin la naturalidad interpretativa de la pareja actoral principal, pero especialmente la del citado Henry O., la cinta sería otra, muy diferente, pues la película son él y Feihong Yu, ellos y nada más que ellos.
“Mil años de oración” es una reflexión sobre el lenguaje y la capacidad de expresar, sobre la incomunicación, la represión y la libertad, sobre lo que condiciona la vida, sobre lo que pasa sin poder evitar que ocurra, sobre las decisiones, los anhelos y la universalidad del ser humano.
Feliz reencuentro pues con el más fundamental y acertado autor que fue de cintas como “Cómete una taza de té” o “Smoke”.

By Harry Callahan

TÍTULO ORIGINAL: “A thousand Years of Good Prayers”
WEB OFICIAL, DATOS TÉCNICOS Y TRAILER:
http://www.karmafilms.es/milanosdeoraciones/
NOTA: 8/10

EN CARTEL: "Dueños de la calle", un tiro errado.


“L.A. Confidencial” me pareció un peliculón. Gran homenaje al policiaco de los 40 que Curtis Hanson facturó apoyándose en una soberbia novela de James Ellroy. Por otra parte, “Training Day”, con libreto de David Ayer, me sorprendió por su pulso narrativo y, claro está, por la escarizada interpretación de Denzel Washington.
Así las cosas, un filme guionizado por James Ellroy y David Ayer, entre otros, bajo dirección de éste último, se me antojó una propuesta estimulante. Sin embargo, pese a la calidad de los mimbres, el cesto deja que desear. Y me explico. La cinta es, precisamente, una mezcla de las antes referidas “L.A. Confidencial” y “Training Day”, en la que, además, uno tiene la sensación de estar invadido por un deja vu en el argumento, pues recuerda, aparte de las dos anteriores, a filmes como “Distrito 34: corrupción total” del maestro Sydney Lumet; a “Copland”, de James Mangold; o, yéndonos hacia atrás, a “Los sobornados”, obra maestra de Fritz Lang, entre otras muchas de ociosa cita.
Ello no obstante, es explicable habida cuenta de la escasez de imaginación de la que adolece el Hollywood actual. Por ello, si a esta debilidad se sumasen otros factores positivos, la balanza podría equilibrarse. Pero desafortunadamente esto no es así.
El casting, es sencillamente desafortunado. Keanu Reeves no es el Russel Crowe de la antes dicha “L.A. Confidencial”, ni el Clint Eastwood de “Ruta peligrosa” o la saga de “Harry el sucio”, como se pretende. Forest Whitaker está muy pasado de revoluciones. Hugh Laurie es un House de asuntos internos. Y a Jay Mohr no se lo cree nadie en su papel de rudo policía. Todo ello menoscaba, sensiblemente, la credibilidad de lo que uno ve. Pero es que, además, la inexperta dirección de David Ayer es notablemente pretenciosa y, pese a ello, todo lo que va a ocurrir se sabe desde casi los primeros compases de visionado.
En resumidas cuentas, “Dueños de la calle” es un thriller violento más de polis malos que transcurre en una ciudad tan cinematográfica como Los Ángeles, pero que aquí no es ni siquiera el interesante personaje que otros filmes contemporáneos, como “Collateral” o “Crash”, nos proponen. Lástima de tiro errado.

By Harry Callahan


TÍTULO ORIGIONAL: "Street Kings"
NOTA: 4,5/10