lunes, 23 de diciembre de 2013

"DOCE AÑOS DE ESCLAVITUD": ¿La nueva Lista de Schindler?

Rodar una película sobre el esclavismo americano tiene concomitancias respecto de hacer lo propio con el Holocausto nazi. ¿Qué más se puede filmar que no se haya hecho ya? Por eso, el matiz está en el punto de vista, en el modo de aproximarse a los hechos y narrarlos. Y ahí reside el valor añadido de cineastas como Steve McQueen o Steven Spielberg. Ambos, además de coincidir casi en el nombre, tienen en común haber realizado quizás los filmes definitivos sobre estas dos ignominias históricas. Pero son también autores radicalmente diferentes. 

Aun marcando “La lista de Schindler” un antes y un después en el modo de hacer cine del director de “Munich”, convirtiéndose éste más adulto y ambicioso por ser cronista amargo de determinados episodios históricos, con todo, su ADN seguía ahí. Y si hay algo que Spielberg utiliza magistralmente, también en aquella cinta, es la manipulación del espectador. Todos los recursos audiovisuales que emplea se conducen siempre a eso, a embaucarlo y hacer aflorar emociones, cuanto más exacerbadas, mejor. Y que no se me malinterprete, este modo de concebir un filme no es necesariamente malo, ni bueno, tampoco. Es, sencillamente, una manera de hacer películas, que se remató en aquella ocasión en obra maestra, sin paliativos, ratificada además por siete premios oscar.

McQueen dirige a Chiwetel Ejiofor

En “12 años de esclavitud” encontramos un cineasta opuesto por el vértice al realizador de “E.T.”. McQueen utilizará todo su arsenal cinematográfico para ofrecernos un punto de vista naturalista, seco, adusto, directo, sin regodeos, sin reiteraciones, sin climax in crescendo que culminan en el paroxismo. El modo de narrar de este inglés de ascendencia caribeña (y que, por tanto, sabe aquí de lo que habla) prefiere ir al grano y constituirse en Notario costumbrista y dar, sencillamente, fe de un pasado histórico tan brutal que solo de por sí, mostrado sin aditivos, ya sobrecoge al espectador.

El arranque de la película es así ejemplo de lo que digo. La plantación, el día a día, el trabajo de los esclavos. Una cámara que avanza, subjetiva, entre las cañas de azúcar hasta descubrirles en el tajo. En pocos planos voyeurs, casi documentales, estamos en situación. La cotidianeidad en el Sur. El realizador nos ha mostrado así una declaración de intenciones que no abandonará ni siquiera cuando aborde la resolución de la historia y como esta se desencadena y concluye: sin aspavientos, sin machaques, sin manejos.

Lupita Nyong´o, actriz revelación

Allí donde Williams y Perlman nos conmovían el alma de continuo con un violín de emotividad inusitada; aquí mi casi siempre odiado Zimmer acierta al insertar eventualmente anacrónicos elementos como la guitarra eléctrica en un score autoreferencial de otros como el de “Origen”, sí, pero en nada sensiblero ni conmovedor.
Allí donde, por ejemplo, la fotografía de Janusz Kaminski era preciosista, filtrada, y proponía de salida una adulteración del objeto de filmación, optando por un dramático blanco y negro predisponente a empatizar con el drama; aquí Sean Bobbitt prescinde de aditamentos y artificios, se vuelca en el retrato fiel con un menos obvio pero exquisitísimo tratamiento de la luz, respetándola en cada momento, adaptándose a su cantidad y condiciones, incluso cuando estas son prácticamente inexistentes. Ya, pero en “12 años de esclavitud” hay preciosas imágenes ¿no? Claro, por supuesto, pero es culpa del Sur que su Naturaleza sea de exultante belleza, no del fotógrafo que sí que es bendito reo confeso de contrastarla proverbialmente con el horror con el que el hombre la salpica y emponzoña.

Fassbender, el Amon Goeth del filme

Y es que en algo coinciden los dos filmes: en proponernos un horror insondable, cotidiano, aceptado, instituido, que rodea e inunda, frente al que se permanece impávido en el mejor de los supuestos, se hace negocio, o saca de las entrañas del ser humano toda su vileza. En este último caso, incluso ambas cintas tienen personajes miméticos que lo muestran descarnadamente. El Amon Goethe de Ralph Fiennes y su relación con la judía Helen, y ahora el Edwin Epps de Michael Fassbender, con sus muy similares tratos a y con la esclava Patsey. 
Curioso que, precisamente ahora que se cumplen veinte años del estreno de “La Lista de Schindler”, un filme de pretensiones y resultados exitosos parecidos, nos la vuelva a traer a colación, aunque solo sea para establecer paralelismos y comparaciones que no tienen porqué ser, como decía al comienzo, necesariamente odiosas.

By Harry Callahan

NOTA: 9/10

TITULO ORIGINAL: "12 Years A Slave"

martes, 3 de diciembre de 2013

"MASTERS OF SEX (SERIE DE TV)": Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo

¿Animales de instintos primarios o seres capaces de obviarlos? ¿Individuos sexuales de impulsos o que racionalizan sus pulsiones íntimas? En el fondo, polemizar sobre el sentido de la vida... ¿Estamos aquí sólo para perpetuar la especie o para algo más? Y, lo más importante: ¿qué es el sexo? y, si lo arrolla todo a su paso ¿tiene sentido resistirse, hablar de amor, amistad, compromiso, lealtad, matrimonio…?
Ni en mis sueños más castos imaginaba que tendría que dármelas de trascendental para contar qué es lo que me pone de una serie llamada “Masters of Sex”, cuya castellana traducción parecía ser obvia: maestros del sexo, y que además era protagonizaba por Lizzy Caplan, a la que mi satirona memoria recordaba por ser mejor desnudo del año gracias a sus tórridas escenas en "True Blood".
Pero resulta que el Masters del título apuntaba al asunto un doble sentido, pues era igualmente el apellido de un tipo que, junto a su uniquísima ayudante y casquivanos métodos, decidieron estudiar, científicamente, por primera vez, el sexo. Y se atrevieron a hacerlo en los frígidos sesenta del siglo pasado, en una América más que mojigata, y de un modo tan explícito como de obvio polémico.



Lizzy Caplan es Virginia Johnson


Es éste, precisamente, el telón de fondo de la producción de la cadena Showtime, que aquí ofrece Canal+. Un escenario histórico real que, no obstante, se convierte, una vez se desnuda, en mero Macguffin, pues el estudio no es más que un catalizador para reflexionar sobre cuanto decía al comienzo, gracias a un producto televisivo dotado de una inteligencia muy salida.
¿Es posible hablar de cómo la gente folla sin apelar el morbo? Definitivamente sí. La serie lo demuestra. O, al menos, prueba que ese hipotético morbo puede ser, todo lo más, la tentación para que el espectador propenso al calentón pique y entre a cuanto hay detrás, que no es otra cosa que un fresco sociológico que en nada envidia al de la referencial "Mad Men". Una descripción que penetra en un mundo de apariencias, de convencionalismos, de vidas pautadas, que encorsetan al individuo y lo vuelven insatisfecho, infeliz, frustrado. Un universo desvirgado y poseído por la ignorancia, los prejuicios, y un machismo recalcitrante, en el que sus protagonistas son bamboleados mientras buscan un siempre difícil encaje en lo que de ellos se espera. Un lugar en el que la libertad es una puta cara que se ríe mientras te entrega a un pim, pam, pum orquestado por la envidia, el rencor y el miedo a lo desconocido, a lo diferente. 

La inmensa Allison Janney, sobre su personaje

Y para calentar aún más toda esta procaz propuesta, Michelle Ashford y Sarah Timberman, las impúdicas showrunners han contado con un encamado de actores que empalman una tras otra, lecciones de como meter a sus personajes la vida interior que el minucioso guión les caligrafía. Así, los protagónicos Michael Sheen y Lizzy Caplan (definitivamente, más que palmito para pecar), se devoran mutuamente en cada plano, secundados por prodigios de todos conocidos como Allison Janney o por presencias tan eficaces e idóneas como las de Beau Bridges, Caitlin Fitzgerald o la candidez pudenda de Helene Yorke. Todos ellos sostenidos, en momentos, por conversaciones ingeniosas, trágicas, con humor preñado de fina ironía; en otros, por miradas, gestos, comportamientos, que son pura concupiscencia narrativa.
Nada, en fin, es aquí gatillazo. Todo ralla el orgasmo seriéfilo en la producción revelación de la temporada, condenada a ser muy promiscua cuando toque hablar de Globos de Oro y Emmys y dar un inolvidable revolcón a todo el que se atreva con ella a ejercer de mirón.   

by Harry Callahan

NOTA: 9,5/10

ESCUCHA ESTA CRÍTICA EN PODCAST: https://dl.dropboxusercontent.com/u/224337446/LQYTDMastersOfSex.mp3

TÍTULO ORIGINAL: "Masters of Sex"