sábado, 9 de enero de 2016

"STEVE JOBS": Sorkin, sí; Boyle, no

“Steve Jobs” no es “La Red Social”. En ésta última, a los que agoraban de ella mil cosas (entre otras, ser una película oportunista) Fincher respondió con oficio calculado, facturando un filme que tenía el tempo que añoraba J. K. Simons en “Whiplash”, ese que maridaba con el guión de Sorkin en envidiable simbiosis.

Pero Danny Boyle no es David Fincher. Es un tipo mucho más efectista, tramposo y falto de equilibrio. De ahí que la puesta en imágenes típica en su cine sea mucho menos sutil, más plástica y, en muchos momentos, deliberada y erróneamente protagonista.
Su abanico de trucos estético pueden ser útiles, cuando se trata de sumergirse en el subconsciente enganchado de un yonki (“Trainspotting”); o, cuando hay que distraer al público evadiendolo del único lugar en el que transcurre una historia (“127 horas”). Pero cuando hablamos de una cinta en la que “el cómo se cuenta” debe ceder su sitio a “lo que se cuenta”, los aspavientos narrativos están de más. 

Winslet, espectacular en el filme, junto a Fassbender

Así, los cambios de grano en la película, según pasan los tres actos, o la sobreimpresión de imágenes, pueden resultar recursos curiosones, pero el exceso de protagonismo estético puede llegar a lo grotesco (esos planos holandeses...) y hundir la función en momentos clave, como aquí ocurre (ejemplo, la escena de la reunión del despido).
Boyle, definitivamente, no es realizador para un filme guionizado por Sorkin. Le falta ubicación, perspectiva. Añadamos a ello, que aquí se le adivina incluso escasez de ganas, al ser un producto de mero encargo.
Los trabajos del creador de “The Newsroom” son de por sí un tour de force. Un ejercicio de movilidad verbal, física y conceptual. Que precisan de la atención del espectador, que no puede distraerse con nada, si pretende embeberse de todo lo que se le está contando. Así lo han entendido, además de Fincher, gente como, por ejemplo, Rob Reiner (“Algunos hombres buenos” y “El Presidente y Miss Wade”, filme germen de la mítica “El Ala Oeste de la Casa Blanca”), cuyos trabajos de realización han sabido situarse en un plano de ejemplar sencillez, que no simpleza, a la hora de poner en imágenes los textos de este guionista privilegiado. 

Boyle y Sorkin, agua y aceite

Y sí, el libreto de “Steve Jobs” no es perfecto. Claro que no lo es. Y está lejos de poseer el calado de otras obras de su autor. Pero, no perdamos, de nuevo, perspectiva. Probablemente, partir de una biografía autorizada como es el caso, no da mucha chance a ponerse incisivo, polémico o destapador de vergüenzas (aunque algunas, o varias, se expongan). Quizás aquí la virtud hay que buscarla en conseguir colar los dos primeros actos, estupendos, antes de rendirse al empachoso buenismo salvífico del tercero.


NOTA: 6/10

TÍTULO ORIGINAL: "Steve Jobs"