domingo, 25 de noviembre de 2012

"GOLPE DE EFECTO": La grandeza de Eastwood



El gran Clint Eastwood ha sido infiel a su promesa. Y es que, tras protagonizar “Gran Torino”, anunció que no interpretaría más, que continuaría únicamente oficiando de realizador, los años que Dios y las aseguradoras le dejasen hacer cine. Cierto es que aquel papel de viudo descreído y huraño, resumen perfecto de muchos de sus roles protagónicos, bien pudiera haber sido el perfecto punto y final a una memorable filmografía como actor.

Sin embargo, el aventurero de medianoche, ha querido ser fiel a sus amigos. Por eso, cuando su antiguo ayudante de dirección y ahora socio en la Malpaso, Robert Lorenz, le rogó que una última vez se pusiera delante de la cámara, el bueno de Clint no supo decir que no. Así, la suerte y la amistad se han aliado para darnos como bis de propina el gustazo de volverle a ver en pantalla grande, esa que llena de carisma y presencia con la grandeza que un día lo hicieran Bogart o Wayne.  
A priori, además, su papel de veterano cazatalentos venido a menos, que mantiene una difícil relación con su hija, volvía a ser uno de esos que últimamente le ajustaban como un guante. El muy americano asunto del baseball y compañeros de casting tan atractivos como Amy Adams o John Goodman, nos hicieron pensar que el que fuera Harry El Sucio nos volvería a alegrar el día.

 

El problema es que “Golpe de efecto” confunde el tocino con la velocidad, o, en este caso, la sencillez con la simpleza. Y si bien nunca fue un filme con ínfulas, ni se esperaba un nuevo “Gran Torino”, lo cierto y verdad es que la cinta es un estrenos tv que solo el buen hacer de Eastwood consigue dignificar y elevar muy por encima de lo que merece.
Y, si bien hay que aclarar que no estamos ante un fiasco como “El Cadillac Rosa” (la otra vez que el actor de California encabezó cartel por pura amistad), la torpeza de Robert Lorenz a la hora de poner en imágenes esta historia es más que insondable. No hay el menor atisbo de trascender en el modo de rodar. Ni creatividad alguna, desde el punto de vista narrativo. Por otra parte, el guion es un refrito de tópicos y lugares comunes, un ejemplo de previsibilidad que jamás consigue mantener la curiosidad del espectador.


Eastwood recibe indicaciones de Lorenz

Lo único que hace que no te quieras levantar de la silla, sino más bien lo radicalmente opuesto, quedarte pegado a ella, son los momentos en los que el que fuera William Munnie hace acto de presencia, con sus ochenta y dos inclementes años visibles en cada movimiento, en cada arruga de su avejancado rostro. Sus miradas, gestos y modos siguen embelesando a la platea. Filmes como este, absolutamente crepusculares en la carrera de un actor, te hacen además dejar volar tus recuerdos y situarle con la imaginación en tantos y tantos otros roles con los que gozaste durante años. 

Por ello, este “Golpe de efecto” sabe a copa de vino muy añejo, que cuando la disfrutas sabes que, muy probablemente, ya no volverás a poder paladear de nuevo. Porque, amigos, este filme de Eastwood sí que pudiera ser el último título de su carrera actoral. La Naturaleza no miente, ni perdona. Y ello le confiere a la película un valor que, atendiendo a otras razones, meramente cinematográficas, no tiene ni de lejos. En este sentido, resulta más emocionante que nunca ver como esos inimitables andares arrastrados se alejan de cámara en el último plano de la cinta, al tiempo que resulta incontenible sonreír de medio lado y pensar: ¡que grande eres, maestro!


by Harry Callahan
NOTA: 7/10
TÍTULO ORIGINAL: "Trouble with the Curve"

domingo, 18 de noviembre de 2012

"HOLY MOTORS": Un filme onanista

 
“Holy Motors” es un filme onanista. Y me explico. Su director la ha rodado para sí, de espaldas al público, al que probablemente ve como el que muestra al comienzo del filme: seres indolentes, masa pasiva, adocenada. Por eso decide no respetarlo, pasar de darle lo que espera, y ejerce de artista en su acepción más esencial, más radical.
De esta suerte, propone una obra personalísima, la que le sale del alma, la única que podía rodar sin traicionarse. Y en ella plasma todo cuanto quiere, con sus hipotéticas virtudes y defectos, con sus presuntos aciertos y errores. Y como creación libre y auténtica, sin adulterar ni limitar, genera en quien la ve sensaciones que van desde el amor más incondicional al desprecio más beligerante e insultón. Redescubriéndonos que el cine puede ser algo más que palomitas y merchandising, franquicias y remakes. Que fue, es y será arte, y en ocasiones como esta, adelantado a su tiempo, e incluso al propio futuro del que pueda venir.
 
Soy de los que piensan que el arte lo es cuando mueve algo dentro del espectador, cuando éste no queda indiferente, para bien o para mal. Desde ese punto de vista, el autor de “Los amantes del Pont-Neuf” mueve el alma, el estómago o directamente los intestinos, según a quién preguntemos. Por ello le estimo como unos de los realizadores más “artistas” del panorama actual.   
Quizás, porque no, esa sea su verdadera pretensión aquí, más allá de mirarse el ombligo. Quizás me equivoque y no pasa olímpicamente de los que verán su filme; y en un altruista ataque de generosidad pretenda agarrar de los hombros y agitar  precisamente a ese público que inerte languidece en la sala de cine del comienzo que antes recordaba. Bien podría ser…
 
 
De cualquier modo, no hay un “Holy Motors”, sino tantos como espectadores la hayan visto, pues para cada uno será una experiencia personal e irrepetible. Para el que esto firma supuso un asistir boquiabierto a un descarnado y devoto homenaje al cine, a sus géneros, a su magia y quienes lo hacen posible, los actores. Con un Denis Lavant inconmensurable, cuyo trabajo debería mostrarse, si o si, en todas las escuelas de interpretación. Una cinta para gastar muchos de los adjetivos apasionados de cualquier diccionario: hipnótica, transversal, radical, atrevida… y, al fin y a la postre, única. Un filme que de seguro haría las delicias de Luis Buñuel y que David Lynch, probablemente, haya visto ya en innumerable ocasiones.
By Harry Callahan
 
NOTA: 8/10
 
TÍTULO ORIGINAL: "Holy Motors"

miércoles, 14 de noviembre de 2012

"SKYFALL": El dry Martini nº 23

 
Debe ser difícil hacer la película número veintitrés de una saga. Y tiene que serlo más aún si la franquicia está de redondo cumpleaños, cincuenta concretamente. Y debe ser más complicado todavía cuando eres un “autor” más que un artesano de la acción. Por eso, cuando al tipo que filmó “American Beauty” le dieron la cocktelera en la que meter nuevamente un buen puñado de tópicos para hacer que supiesen distintos, el objetivo sabiamente marcado no fue otro que idear un dry Martini con sello propio, aunque obviamente tuviera que ser agitado, no mezclado.
Y es que “Skyfall”, como buen nieto de un abuelo mediosiglista, se recrea en obsequiar un sinfín de autohomenajes al universo Bond. Tan es así que incluso hay un instante, muy surrealista, en el que resucitar el mítico Aston Martin DB5. Pero Mendes es capaz de trascender y dejar huella. De un lado, por obra y gracia de una muy oscarizable fotografía del mago Roger Deakins que convierte el filme en un todo un festín visual, con momentos tan ya imperecederos como las plastiquísimas escenas en el rascacielos de Shanhai o en el casino de Macao.
El otro gran arma de Mendes para ganar la mano es la dirección actoral de un casting casi perfecto que tiene momentos y diálogos tan notables como el primer encuentro de Craig con Bardem, o el de éste con “M”, que aunque un tanto Lecteriano, no deja por ello de evidenciar que la acción más vibrante bien puede esconderse en un tete a tete audazmente puesto en escena.
 

Sam Mendes junto a Judi Dench en el rodaje

 Lo que me lleva a habar, inexorablemente, de Javier Bardem. El verdadero gadget que “Q” entregó a Mendes para hacer trascender, definitivamente, el filme. Un gadget nada sofisticado, pero tan efectivo como la celebérrima Walther PPK. Un actorazo que se merienda a cualquiera que osa darle réplica. Un animal cinematográfico tan brutal como su propia fisonomía y capacidades de superarse en cada reto interpretativo, por muy tópico o convencional que pueda resultar (como es el caso: algo tan pedestre como hacer de villano en un Bond).
Así pues, chapó por todo ello a Mendes, que ha facturado a todo esto una cinta a todo esto tan brillante como entretenida, y que además insufla al mito y a los personajes a él cercanos, ciertos aires de trascendencia, de honduras psicológicas; y que, de paso, aprovecha para desvelarnos incluso detalles de unos orígenes y pasado traumáticos del propio 007, algo por otra parte muy de moda, muy Nolaniano. A ver que hace el que le toque reiniciar la franquicia en el punto de reboot en el que ha quedado. Alguien que, muy a propósito, se cuenta en los mentideros cinéfilos que podría ser el mismísimo aludido Christopher Nolan.
 
By Harry Callahan
 
NOTA: 8/10
 
TÍTULO ORIGINAL: "Skyfall"


domingo, 11 de noviembre de 2012

"LOOPER": Clásico de culto instantaneo

De Johnson me gusta su amor por el riesgo y... su poca vergüenza. Ya lo demostró en Brick, su opera prima. Esa que transformaba el filme teen de instituto en un relato de cine negro con regustos literarios añejos. 

Ahora este tipo le hinca el diente al resbaladizo asunto de los viajes en el tiempo. Y, sin negar referentes a cintas como "Terminator" o "Regreso al futuro", se las ingenia para proponer una historia de cine fantástico que logra sorprender al espectador, con un final mas que redondo, en el que milagrosamente todo cuadrara. La clave, su habilidad de barman desprejuiciado a la hora de mezclar, por ejemplo, en su particular coctelera, ciencia ficción y western, del q conserva imaginería, situaciones clásicas y elementos primitivos. Aunque aquí las armas son megarevolveres y trabucos, los caballos, motos q levitan, los salones, cafeterías diner y los villanos, gangsters de look post "Matrix", aunque , eso si, sombrero cowboy.


Johnson dando indicaciones a Gordon Levitt

También me gusta del autor de la casi inedita Los hermanos Bloom, la economía narrativa que utiliza en este ultimo trabajo. Amparada en en montaje sencillo pero eficaz como mecanismo de relojería, las presentaciones de personajes y de argumento son maestras en el primer acto. Propias del artesano que sabe como quiere contar las cosas sin que las limitaciones de presupuestos lo malogren. En este sentido la historia pide paso y relega acertadamente una recreación espectacular del futuro, que es mas un presente con sutiles cambios esenciales.
Solo le afeo a Johnson no haber puesto a Bryan Cranston en lugar de al buenazo de Jeff Daniels, imposible en su rol de malote; un segundo acto algo moroso en contraste con el resto;y algún demencial peinado de Bruce Willis. Pero eso solo consigue bajar la calificación del filme, de obra maestra del genero a clásico de culto instantáneo.

by Harry Callahan

NOTA: 8/10

TíTULO ORIGINAL: "Looper"