domingo, 18 de noviembre de 2012

"HOLY MOTORS": Un filme onanista

 
“Holy Motors” es un filme onanista. Y me explico. Su director la ha rodado para sí, de espaldas al público, al que probablemente ve como el que muestra al comienzo del filme: seres indolentes, masa pasiva, adocenada. Por eso decide no respetarlo, pasar de darle lo que espera, y ejerce de artista en su acepción más esencial, más radical.
De esta suerte, propone una obra personalísima, la que le sale del alma, la única que podía rodar sin traicionarse. Y en ella plasma todo cuanto quiere, con sus hipotéticas virtudes y defectos, con sus presuntos aciertos y errores. Y como creación libre y auténtica, sin adulterar ni limitar, genera en quien la ve sensaciones que van desde el amor más incondicional al desprecio más beligerante e insultón. Redescubriéndonos que el cine puede ser algo más que palomitas y merchandising, franquicias y remakes. Que fue, es y será arte, y en ocasiones como esta, adelantado a su tiempo, e incluso al propio futuro del que pueda venir.
 
Soy de los que piensan que el arte lo es cuando mueve algo dentro del espectador, cuando éste no queda indiferente, para bien o para mal. Desde ese punto de vista, el autor de “Los amantes del Pont-Neuf” mueve el alma, el estómago o directamente los intestinos, según a quién preguntemos. Por ello le estimo como unos de los realizadores más “artistas” del panorama actual.   
Quizás, porque no, esa sea su verdadera pretensión aquí, más allá de mirarse el ombligo. Quizás me equivoque y no pasa olímpicamente de los que verán su filme; y en un altruista ataque de generosidad pretenda agarrar de los hombros y agitar  precisamente a ese público que inerte languidece en la sala de cine del comienzo que antes recordaba. Bien podría ser…
 
 
De cualquier modo, no hay un “Holy Motors”, sino tantos como espectadores la hayan visto, pues para cada uno será una experiencia personal e irrepetible. Para el que esto firma supuso un asistir boquiabierto a un descarnado y devoto homenaje al cine, a sus géneros, a su magia y quienes lo hacen posible, los actores. Con un Denis Lavant inconmensurable, cuyo trabajo debería mostrarse, si o si, en todas las escuelas de interpretación. Una cinta para gastar muchos de los adjetivos apasionados de cualquier diccionario: hipnótica, transversal, radical, atrevida… y, al fin y a la postre, única. Un filme que de seguro haría las delicias de Luis Buñuel y que David Lynch, probablemente, haya visto ya en innumerable ocasiones.
By Harry Callahan
 
NOTA: 8/10
 
TÍTULO ORIGINAL: "Holy Motors"