viernes, 5 de febrero de 2016

"EL RENACIDO (The Revenant)": La machada de Iñárritu

Probablemente, a Iñárritu, como buen mejicano, le van las machadas. Y “El renacido” lo es. Como lo fueron “21 gramos”, “Babel” o “Birdman”, filmes que no se contentaban con contar historias convencionales, de modo tradicional. No. A este tipo le va eso de retorcer los esquemas narrativos, llevar sus actores al límite y crear personales maneras de contar historias. 


Ya, el fulano está engolado, y más desde su oscar por la peli con Keaton. Es ambicioso, y parece que en cada proyecto que acomete esta creando una Mona Lisa. Pero... ¡qué diablos! no tengo narices de criticar en esto del cine (y en la vida, en general) a quien piensa que no hay reto grande, sino ambición pequeña. 

No se cual será la próxima, pero, de momento eso, de irse al quinto pino, donde solo hay nieve, frío y la nada, a recrear el infierno survival que revive el filme en los huesos maltrechos de los actores de su casting, mega-star hollywoodiense incluida, me hace alabarle el gusto, D. Alejandro, al recordarme los tiempos en los que el cine veía a genios como Coppola mirar de frente a la locura, en todos los sentidos, con aventuras fílmicas de magnitudes como “Apocalypse Now”.

Iñárritu dirige a Di Caprio

Caído en desgracia Mel Gibson, a quién, como director y actor, el proyecto le hubiera venido hace unos años de perilla, quizás se usted el tipo con más redaños para esta reversión de la historia del trampero Hugh Glass, que ya llevaran en los 70 dos Richard a la gran pantalla: Richard C. Sarafian como realizador, y Harris, como protagonista.

Pero al final, machadas aparte, el asunto se viene a resumir en si ha merecido o no la pena tanta proeza. La respuesta aquí es, sí, rotundamente. 

Así, lo primero que sobrecoge del filme es su brutalísima puesta en imágenes, con una planificación, dirección y retrato de paisajes y sensaciones, por parte de Emmanuel Lubezki, como diría el torero im-presionante. Filmada con luz natural, casi siempre a la hora bruja, esa que es puente entre el día y la noche, a modo de metáfora del limbo vital en que se encuentra el protagonista, entre la vida y la muerte; lo de este fotógrafo, es además una aventura retratista de puntos de vista sobrecogedores en condiciones extremas. Me remito a secuencias como la magistral del ataque inicial.

El otro gran hito que pasma del filme es el auténtico tour de force contra sí mismo y la Naturaleza más agreste y despiadada que sufre Leonardo Di Caprio, y del que sale victorioso y de qué manera. Leo, has tenido papeles actorales mejores, pero si no te dan el oscar aquí como desagravio por el derroche de fisicidad del que haces gala, chico, olvídate. Realmente, la industria te detesta más que John Fitzgerald en el filme.
Lubezki, el Dios de la luz

Me gustan además muchas ideas que tiene la cinta, como por ejemplo, el retrato primitivo, despiadado, cruel y desmitificador de la forja del Nuevo Mundo. O como la película gira en torno a la idea de los padres y los hijos, que hacer por ellos o a consecuencia de lo que a ellos les pasa, como motor elemental del comportamiento humano (y animal).

Solo afeo del filme, algunas suspensiones de la incredulidad en la supervivencia y mejora física del trampero protagónico; como éste no es asesinado en un instante casi inicial de la cinta (aunque de ser así, hubiéramos jodido el invento); o como se resuelve el enfrentamiento final conceptualmente (con unas trascendencias espirituales casi fuera de lugar) y desde el punto de vista de la planificación del duelo, con acciones mal coreografiadas y hasta imposibles si comparamos los cuerpos de Tom Hardy y Di Caprio. 

Los homenajes (y algo más) a Tarkovski

Pero es pecata minuta ante la experiencia cinéfila, absorbente, nada pesada, pese al metraje y gloriosamente homenajeadora (y hasta algo más) del gran maestro Andrei Tarkovski. Eso sí, claro, de obligado visionado en pantalla grande, que digo grande, enorme güey.


NOTA: 9/10

TÍTULO ORIGINAL: The Revenat