domingo, 18 de diciembre de 2016

"ROGUE ONE": Sí, pero...

"Rogue One” demuestra que Disney tiene muy claras las cosas y que sabe del mensaje que los fans dieron a George Lucas, cuando éste llevó a término la segunda trilogía de las aventuras que transcurren en una galaxia muy, muy lejana. Ese no fue otro que reprocharle, con odio y saña, que con los recuerdos infantiles no se juega y con el mundo creado por la primera saga, menos. 

Así, como ya ocurriera con el Episodio VII, este nuevo filme del universo galáctico vuelve a poner en pantalla el imaginario nostálgico que todo devoto de la Fuerza lleva dentro de su corazoncito cinéfilo. Y lo hace mimando cada detalle, con la calidad impepinable que da contar con pasta a chorros. Además Gareth Edwards, su director, se confiesa seguidor irredento de “La Guerra de las Galaxias”. Así vestuario, personajes, artefactos, paisajes, naves, todo, absolutamente todo, nos hace volver a casa (casi por Navidad) y reencontrarnos con los nuestros, y con los del Lado Oscuro. Incluso con el villano por excelencia, Lord Vader, a la cabeza, con voz en VO, nuevamente, de James Eran Jones. Y con otros malos y buenos, cuya sorpresa me reservo, por obra y gracia de los efectos digitales. ¿Se puede pedir más?

Detengámonos aquí. Porque esa quizás sea la clave. Yo digo que sí. Y es que, contentado el fandom con “El despertar de la Fuerza”, vengados de sobras con ese filme de las fechorías del pérfido Lucas, creo que “Rogue One” podría haber ido más allá de lo que se espera, sorprender a la platea con algún giro, imprimir una riqueza argumental que trascienda la propia idea básica de “vamos a hacer una peli clásica de aventuras en la que contamos como se robaron los planos de la Estrella de la Muerte”.

Estamos ante un spin off que nos permite separarnos de la ortodoxia. De hecho, el propio arranque del filme así lo evidencia, carente del clásico texto en scroll inverso con la fanfarria de John Williams. Pero no. No estamos ante un Imperio Contraataca. Echo a faltar pues enjundia, calado en varios los personajes (ej. el de Diego Luna), conflicto y riesgo.

No obstante, el resultado es plausible. La cinta entretiene y no poco. Y está musicada espectacularmente por Michael Giacchino. Lleva la guerra a puntos tropicales de la galaxia que desconocíamos, y tiene esa bendita fisicidad que estaba proscrita en los videojuegos de la segunda trilogía. Como quita-hambre, antes del Episodio VIII, a los fans más que les basta y les sobra. Otra cosa es si el apetito ya te va pidiendo probar algo fuera de menú.


NOTA: 7/10

TÍTULO ORIGINAL: "Rogue One: A Star Wars Story"


"HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE": Una película de Mel Gibson

Mel Gibson es un outsider en el Hollywood actual, tan políticamente correcto. Sus “escándalos” lo certifican. En resumen, dice y hace lo que le da la gana, borracho o no. Y eso le ha pasado la factura de que las películas de su filmografía se espacien demasiado, como director y como actor. Es normal. La Meca del Cine, siempre ha sido un negocio en el que no conviene ir metiendo el dedo en el ojo a colectivos sensible que pueden comprar una entrada o boicotearte un estreno. Y las estrellas, tienen que serlo y parecerlo. Ocurría en la Edad de Oro y ocurre en la Edad Actual, la de ir a lo seguro. La de los remakes, secuelas y reboots


Por eso, a la gente que va por libre, que te rueda en idiomas raros, con violencia extrema y haciendo apología de lo religioso… la cosa le pinta bien cruda. Pero Gibson es un Terminator. Sabe lo qué quiere y cómo hacerlo. La cuestión es cuándo lo conseguirá. 

Desde ese punto de vista, su filmografía, sobre todo, como director, que es la que ahora nos interesa a nosotros y a él, va sobre gente como Mel: los outsiders que mencionaba antes. Tipos que tienen sus convicciones, sus creencias, sus objetivos, y que no cejarán en el empeño hasta conseguirlos. Da igual lo que les hagan, o les digan. Da igual que les cueste incluso la vida. A la postre serán héroes, modelos a seguir, gente a la que reconocer, pero el camino jamás será de rosas. 


Desde todos estos puntos de vista, “Hasta el último hombre” vuelve a ser una película de Mel Gibson. La reivindicación hagiográfica de Desmond Doss, el primer objetor de conciencia laureado por el Congreso americano por salvar la vida de 75 compañeros en el campo de batalla, sin empuñar jamás un arma, contiene todo el ideario cinematográfico y moral del actor-director australiano. 

Su obsesión por reconocer a los luchadores contracorriente, adoctrinarnos ética y religiosamente y descomponernos ante una violencia de brutalidad inusitada, vuelven a marcar los ejes sobre los que gravita “Hacksaw Ridge”. No tengo peros a nada de esto, más bien siempre alabaré a los creadores que saben lo que quieren y lo espetan, da igual a quien duelan prendas. 

Otra cosa es el resultado cinematográfico, respecto del cual la película es un tanto bipolar. Y ello porque, parecen, sencillamente, dos en una. Cada cual con planteamientos estéticos, narrativos e incluso musicales diferentes. La primera, la que precede a la batalla que da título original al filme, es un estrenos televisión elevado de categoría por empeño de su director, solo necesario en quien haya querido hacer una narración tradicional y completista de la vida del soldado Doss. Pero lo que realmente de este segmento importa (porque el porta es como es), bien podría haberse despachado a golpes de flashback diseminados en la segunda. Ésta última es otro cantar. 

Aunque el desembarco de “Salvar al soldado Ryan” siga siendo el mejor momento bélico de la historia del cine, la última hora del filme de autor de “El hombre sin rostro” es magistral. Haciendo gala de una planificación formidable y nunca perdiendo el punto de vista narrativo, el salvajismo cainita de la guerra, la fugacidad de la vida y la aleatoriedad en su pérdida, son reflejados de modo proverbial. Y aquí es donde Gibson demuestra lo capacitado que está para la narración fílmica y el manejo de escenas de complejo rodaje.

Así lo expuesto, el balance final de la película es desigual. Como en general la filmografía de su autor. Y cada una de sus cintas en sí consideradas, efectismo y premios aparte.


El principal debe que le anoto, es no conseguir emocionarme, a pesar del crescendo final que culmina en la metafórica ascensión a los cielos del héroe encarnado por Andrew Gardfield. Aunque quizás sea más éste último el culpable que el propio director, al que solo cabría reprochar una equivocada elección de casting, justificable solo por dotar al producto de cierto atractivo de cara a la taquilla más joven (siempre deseable, pero tan poco asequible al planteamiento intrínseco de la cinta). Bien es cierto que en lo físico, vistas las imágenes reales en los créditos finales, el ex Spiderman da la enjuta y desgarbada medida del personaje real. Pero a mí Gardfield me saca, con su gestualidad de bobalicón risueño, y no me resulta fácil creer que sea capaz de lo que es, por mucha mano que le eche el Altísimo.

En cualquier caso, bien hallada sea la vuelta a casa, que no al redil, de este outsider bocazas, religioso practicante y bien dotado cineasta que es Mel, políticamente incorrecto, Gibson.


NOTA: 7/10

TÍTULO ORIGINAL: "Hacksaw Ridge"