domingo, 18 de diciembre de 2016

"ROGUE ONE": Sí, pero...

"Rogue One” demuestra que Disney tiene muy claras las cosas y que sabe del mensaje que los fans dieron a George Lucas, cuando éste llevó a término la segunda trilogía de las aventuras que transcurren en una galaxia muy, muy lejana. Ese no fue otro que reprocharle, con odio y saña, que con los recuerdos infantiles no se juega y con el mundo creado por la primera saga, menos. 

Así, como ya ocurriera con el Episodio VII, este nuevo filme del universo galáctico vuelve a poner en pantalla el imaginario nostálgico que todo devoto de la Fuerza lleva dentro de su corazoncito cinéfilo. Y lo hace mimando cada detalle, con la calidad impepinable que da contar con pasta a chorros. Además Gareth Edwards, su director, se confiesa seguidor irredento de “La Guerra de las Galaxias”. Así vestuario, personajes, artefactos, paisajes, naves, todo, absolutamente todo, nos hace volver a casa (casi por Navidad) y reencontrarnos con los nuestros, y con los del Lado Oscuro. Incluso con el villano por excelencia, Lord Vader, a la cabeza, con voz en VO, nuevamente, de James Eran Jones. Y con otros malos y buenos, cuya sorpresa me reservo, por obra y gracia de los efectos digitales. ¿Se puede pedir más?

Detengámonos aquí. Porque esa quizás sea la clave. Yo digo que sí. Y es que, contentado el fandom con “El despertar de la Fuerza”, vengados de sobras con ese filme de las fechorías del pérfido Lucas, creo que “Rogue One” podría haber ido más allá de lo que se espera, sorprender a la platea con algún giro, imprimir una riqueza argumental que trascienda la propia idea básica de “vamos a hacer una peli clásica de aventuras en la que contamos como se robaron los planos de la Estrella de la Muerte”.

Estamos ante un spin off que nos permite separarnos de la ortodoxia. De hecho, el propio arranque del filme así lo evidencia, carente del clásico texto en scroll inverso con la fanfarria de John Williams. Pero no. No estamos ante un Imperio Contraataca. Echo a faltar pues enjundia, calado en varios los personajes (ej. el de Diego Luna), conflicto y riesgo.

No obstante, el resultado es plausible. La cinta entretiene y no poco. Y está musicada espectacularmente por Michael Giacchino. Lleva la guerra a puntos tropicales de la galaxia que desconocíamos, y tiene esa bendita fisicidad que estaba proscrita en los videojuegos de la segunda trilogía. Como quita-hambre, antes del Episodio VIII, a los fans más que les basta y les sobra. Otra cosa es si el apetito ya te va pidiendo probar algo fuera de menú.


NOTA: 7/10

TÍTULO ORIGINAL: "Rogue One: A Star Wars Story"


"HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE": Una película de Mel Gibson

Mel Gibson es un outsider en el Hollywood actual, tan políticamente correcto. Sus “escándalos” lo certifican. En resumen, dice y hace lo que le da la gana, borracho o no. Y eso le ha pasado la factura de que las películas de su filmografía se espacien demasiado, como director y como actor. Es normal. La Meca del Cine, siempre ha sido un negocio en el que no conviene ir metiendo el dedo en el ojo a colectivos sensible que pueden comprar una entrada o boicotearte un estreno. Y las estrellas, tienen que serlo y parecerlo. Ocurría en la Edad de Oro y ocurre en la Edad Actual, la de ir a lo seguro. La de los remakes, secuelas y reboots


Por eso, a la gente que va por libre, que te rueda en idiomas raros, con violencia extrema y haciendo apología de lo religioso… la cosa le pinta bien cruda. Pero Gibson es un Terminator. Sabe lo qué quiere y cómo hacerlo. La cuestión es cuándo lo conseguirá. 

Desde ese punto de vista, su filmografía, sobre todo, como director, que es la que ahora nos interesa a nosotros y a él, va sobre gente como Mel: los outsiders que mencionaba antes. Tipos que tienen sus convicciones, sus creencias, sus objetivos, y que no cejarán en el empeño hasta conseguirlos. Da igual lo que les hagan, o les digan. Da igual que les cueste incluso la vida. A la postre serán héroes, modelos a seguir, gente a la que reconocer, pero el camino jamás será de rosas. 


Desde todos estos puntos de vista, “Hasta el último hombre” vuelve a ser una película de Mel Gibson. La reivindicación hagiográfica de Desmond Doss, el primer objetor de conciencia laureado por el Congreso americano por salvar la vida de 75 compañeros en el campo de batalla, sin empuñar jamás un arma, contiene todo el ideario cinematográfico y moral del actor-director australiano. 

Su obsesión por reconocer a los luchadores contracorriente, adoctrinarnos ética y religiosamente y descomponernos ante una violencia de brutalidad inusitada, vuelven a marcar los ejes sobre los que gravita “Hacksaw Ridge”. No tengo peros a nada de esto, más bien siempre alabaré a los creadores que saben lo que quieren y lo espetan, da igual a quien duelan prendas. 

Otra cosa es el resultado cinematográfico, respecto del cual la película es un tanto bipolar. Y ello porque, parecen, sencillamente, dos en una. Cada cual con planteamientos estéticos, narrativos e incluso musicales diferentes. La primera, la que precede a la batalla que da título original al filme, es un estrenos televisión elevado de categoría por empeño de su director, solo necesario en quien haya querido hacer una narración tradicional y completista de la vida del soldado Doss. Pero lo que realmente de este segmento importa (porque el porta es como es), bien podría haberse despachado a golpes de flashback diseminados en la segunda. Ésta última es otro cantar. 

Aunque el desembarco de “Salvar al soldado Ryan” siga siendo el mejor momento bélico de la historia del cine, la última hora del filme de autor de “El hombre sin rostro” es magistral. Haciendo gala de una planificación formidable y nunca perdiendo el punto de vista narrativo, el salvajismo cainita de la guerra, la fugacidad de la vida y la aleatoriedad en su pérdida, son reflejados de modo proverbial. Y aquí es donde Gibson demuestra lo capacitado que está para la narración fílmica y el manejo de escenas de complejo rodaje.

Así lo expuesto, el balance final de la película es desigual. Como en general la filmografía de su autor. Y cada una de sus cintas en sí consideradas, efectismo y premios aparte.


El principal debe que le anoto, es no conseguir emocionarme, a pesar del crescendo final que culmina en la metafórica ascensión a los cielos del héroe encarnado por Andrew Gardfield. Aunque quizás sea más éste último el culpable que el propio director, al que solo cabría reprochar una equivocada elección de casting, justificable solo por dotar al producto de cierto atractivo de cara a la taquilla más joven (siempre deseable, pero tan poco asequible al planteamiento intrínseco de la cinta). Bien es cierto que en lo físico, vistas las imágenes reales en los créditos finales, el ex Spiderman da la enjuta y desgarbada medida del personaje real. Pero a mí Gardfield me saca, con su gestualidad de bobalicón risueño, y no me resulta fácil creer que sea capaz de lo que es, por mucha mano que le eche el Altísimo.

En cualquier caso, bien hallada sea la vuelta a casa, que no al redil, de este outsider bocazas, religioso practicante y bien dotado cineasta que es Mel, políticamente incorrecto, Gibson.


NOTA: 7/10

TÍTULO ORIGINAL: "Hacksaw Ridge"

martes, 15 de noviembre de 2016

"EL CIUDADANO ILUSTRE": Ser profeta en tu pueblo

Probablemente cualquier tiempo pasado fue peor. Y, la nostalgia, una patraña jodidamente tramposa. Y si no que se lo cuenten al personaje que encarna, en particular estado de gracia, Oscar Martínez en “El ciudadano ilustre”. Ese premio Nobel, de vuelta de todo, saturado de la fama y agotado en su rebeldía, que decide buscar las tablas, taurinamente, en el pueblo que le vio nacer (y largarse) hace cuarenta años. Un villorrio que no ha merecido otra cosa que fagocitar de él sus miserias para reciclarlas en los relatos que le han dado la fama mundial.
Un lugar por el que no han pasado las décadas, ni el progreso, ni la sublimación falsaria, hipócrita que mantiene las apariencias en el mundo socialmente desarrollado, culturalmente rico, en el que vive exiliado nuestro hombre. Y que, por eso, mantiene su esencia, es atávico, egoísta y cainita, y no se corta un pelo en demostrarlo. 
Allí se zambullirá sin manguitos nuestro protagonista. Que comprobará que la vida sigue igual. Y que hizo bien en poner pies en polvorosa y no volver ni para enterrar a sus muertos. Y que hacerlo ahora es un craso error, o no. Porque, al final, el asunto (o su fabulación, jamás lo sabremos) será rentable y devolverá al héroe homérico recauchutado a la pomada, a la cresta de la fama.


Y todo esto lo cuentan Cohn y los hermanos Duprat (uno director y otro guionista) con la misma técnica sin filtros con la que nos expidieron “El hombre de al lado”. Con ese lenguaje de hostia sana. De cachiporrazo envuelto en humor negro, sardónico. Con risa sarcástica, amarga. Con genial bisturí que más que diseccionar, descuartiza las diferencias sociales, culturales, la fama, las imposturas, las convenciones y la propia esencia última, terminal, del ser humano.


NOTA: 9/10

TÍTULO ORIGINAL: El ciudadano ilustre

"SULLY": Otra obra maestra de Eastwood

Sobre esto ya hemos hablado alguna vez. Sobre “el concepto”, que diría el Pazos de “Airbag”. Qué debe considerarse una obra maestra. Más allá de filmes multi-oscarizados, mitos clásicos unánimes y cintas en las que todo, absolutamente todo, es irreprochable. Estimo que una obra maestra es también aquella película que enseña, sencillamente, cómo hacer cine. Y, desde ese punto de vista, “Sully” es una obra maestra. Y lo es en dos aspectos, sobre todo.
El primero, en el apartado del guión. Resulta imposible sacar más jugo a una historia que es emotiva, sí, heróica, también, y digna de contarse, claro. Pero que tiene sus limitaciones y que da de sí, lo que da de sí. Es pues maestro el modo en que se estructura aquí la narración, mezclando ensueños, pesadillas y realidad. Saltando en el tiempo, mostrando diferentes puntos de vista, a la usanza de “Rashomon” de Kurosawa. E imbricando todo ello hasta confluir con naturalidad, perfecta comprensión y plena expectación en el momento en que se cuenta todo lo que realmente pasó. 
El otro elemento maestro es, como no, la dirección de Eastwood. Probablemente, el último de los grandes contadores de historias al modo del Hollywood más tradicional (y hoy abandonado), más artesanal. Un cineasta fordiano, que cede todo protagonismo, precisamente, a la historia. Que pone la cámara de modo invisible, sin machadas, sin alharacas, sin histrionismos, y que deja que el relato se cuente solo. Que persigue que la emoción surja sin adulterar. Un tipo que, a la manera de Woody Allen, apenas indica el camino a sus actores, pero en torno a los que crea el ambiente que solo un interprete/director es capaz para que naturalmente afloraren los personajes. Y que tiene un ojo, además, certerísimo para los casting.


En ese sentido, esta primera colaboración de Eastwood con Tom Hanks no puede ser más oportuna y exitosa. Nadie como éste, nuestro particular James Stewart, para encarnar al héroe de la calle. El que lo es a su pesar. Ese forjado por el deber y una profesionalidad muy a lo Howard Hawks. El que hace lo que tiene que hacer, cuando lo tiene que hacer. Ese que se enfrentará por ello a la ingratitud y la soledad. Ese héroe que estaba en “El francotirador” y en tantos otros filmes del autor de “Sin Perdón”
No sé los años y las películas que le quedan. Son ya ochenta y seis castañas que él pretende ocultar rodando bien, rápido y dando dinero en taquilla. Sin poner cortapisas a lo que le encargan. Sin pasarse de presupuestos. Pero llegará un día en que la ley natural o la aseguradoras, como le ocurriera a Billy Wilder… Bueno… Mientras tanto, aprovechemos el privilegio de ir a clase a la sala de cine, a que el profe Clint nos siga enseñando la asignatura de cómo se hace una película.


NOTA: 10/10

TÍTULO ORIGINAL: "Sully"


sábado, 22 de octubre de 2016

"EL CONTABLE": Superhéroe de extranjis

Me encantan las peli que van de extranjis. Esas que son algo que no parecen.“El contable” es una de ellas. Un filme de superhéroes, pero camuflado. Cómo lo eran la sensacional “El Protegido”, o la ingeniosa, “Sin Límites”
Y, para contribuir a dar coba, el prota no tiene superpoderes, sino superhabilidades. Cómo le pasa a Batman, al que también encarna, no por casualidad, Affleck en el reboot de la franquicia murciélaga que anda perpetrando Zack Snyder.. 
Pero es un (super)héroe con doble vida, claro. Y en la cinta nos cuentan su trauma original, y cómo y porqué se convierte en lo que hoy es. Y cómo adquiere sus destrezas… El matiz es que todo ello se narra a base giros, sorpresas y de tratar de que vayamos por el camino equivocado para que, al final, todo cuadre y digamos ¡anda!
Pero aun siendo ésto bastante para ganarme, más lo es que la propia película tenga un claro halo noventero, que bascule entre el filme convencional de género (muy solvente siempre Gavin O´Connor) y momentos en los que no se toma en serio a sí misma, e incluso causa hilaridad (enorme la secuencia del reencuentro casi al final de dos personajes). Muy John Woo en este sentido…
Pero va de eso. Y propone verla sin prejuicios, por puro disfrute, sin fruncir el ceño ante su juego. Muy como se disfrutan filmes tipo “Fast and Fourious 7”. No olvidemos, amigos, que hablamos de un contable que, a su vez, es un letal killer. Toma presupuesto. 
Y hasta mola esta parece que definitiva reconversión de Affleck en madurito cachas, un nuevo actioner, émulo de su amigo del alma Matt Damon. Por cierto, tiene mucho de Bourne esta cinta (y qué producto de acción no en los últimos… ¿quince años?). Un Affleck que se descojona de su personaje en no pocos instantes (obsérvese su sonrisa socarrona muy a lo Caley Cuoco, cuando no se la puede aguantar en “The Big Bang Theory”).
Y el resto de cast es curiosón. Con J.K. “not my fucking tempo” Simmon, Anna Kendrick que se esfuerza por tener química con esta versión equalizer de Rain Man. Y hasta sale John Lithgow y el reparte yoyas que hace de Punisher en la serie de "Daredevil" aquí en plan más chuleta todavía. Qué más queréis. ¡Disfrutad y callad, insensatos!


NOTA: 7/10

TÍTULO ORIGINAL: The Accountant



jueves, 13 de octubre de 2016

"UN MONSTRUO VIENE A VERME": Bayona no es Spielberg

El cine de Bayona es un tren de mercancías que te pasa por encima. Te arrolla. Te deja devastado. Es inmisericorde en esto, siempre. Sus películas ajustan a la perfección en la categoría de "experiencia cinematográfica", en el mejor sentido del tópico. Y necesitan, para su análisis crítico, trascender esos instantes posteriores al visionado, en los que quedas desecho por las emociones. Son películas que hay que dormir, dejar pasar el tiempo y el espacio necesarios que diluyan las sensaciones que consiguen aflorar. 

Fuera ya de trance, reposada su tercera realización, “Un monstruo viene a verme”, este tipo se me sigue revelando como un excepcional contador de historias, además de un genial encontrador de nuevas maneras de eludir, hábilmente, lugares comunes. 
Y es que, en el aspecto narrativo, su discurso fílmico es inobjetable. Y no ya solo porque, desde el punto de vista técnico, el alumno más aventajado de la ESCAC, posee una caligrafía visual y sonora inapelable, sino porque sabe bien que el mejor modo de atrapar en una historia al espectador es a través de los personajes. Y sobre éstos bien construye firme su andamiaje narrativo. La cuidada disección expositiva del perfil psicológico de los protagonistas, la empatía de sus elementos definitorios para con el espectador y la lúcida disección de las relaciones de esos personajes con el resto de pobladores del relato y su geografía física, son las herramientas de las que se vale Bayona para que la inmersión en lo que cuenta embeba absolutamente al que se acerca a su obra. No es tan importante así lo que cuenta (que puede ser una historia mil veces vista) sino cómo se cuenta a través de los personajes que el prodigiosamente define.



En “Un monstruo viene a verme” la clave es Conor. Y su madre. Una vez más. De nuevo. Esto es lo importante, y nada más. El resto es comparsa. Aderezo. En ello se vacía JA. De ambos personajes, de ambos actores, extrae hasta la última gota de su jugo. Los instantes, las secuencia, las escenas, todo en lo que ellos están es mágico; tiene verdad y se clava en el corazón. Y da igual que la Weaver quizás hubiera merecido trascender a su arquetipo y haber agradecido su presencia en el cast con algo más que un puñado de instantes, esos sí, excelsos. O lo mismo da que el rol del padre o el actor que lo encarna, o quizás ambos, sean unos auténticos patanes de sonrojo. Como digo, todo ello y alguna falla más que a la cinta seguro se puede sacar, resbala al autor de “Lo imposible”, porque él está en otras cosas, las que verdaderamente a él y a nosotros nos importan. 
Además, y como explorador de nuevas rutas en los géneros, esos que como tales siempre están salpimentados de tópicos, Bayona sabe bien que debe dotar al relato de elementos que le den alas, que sorprendan al que lo visione, porque la gente se las sabe todas. Desde esa óptica, el éxito (no sin riesgos) de mezclar escenas de realidad cruda, dramática, sin trampas estéticas, con la pura fantasía a la que nos lleva la presencia mágica de un monstruo de irrealidad digital, pero con la sobrecogedora voz (vellos de punta) de Liam Neeson, o la narración bedtime stories representada con estilizadísimos dibujos animados, concibe una propuesta a la que el espectador podrá objetar otras cosas pero no la ausencia de esfuerzo e intención porque llegar a lo previsible, a lo que se sabe ocurrirá, se torne un camino sorpresivo y sorprendente.
Bayona no es Spielberg, ni lo quiere ser, aunque lo admire y muchos se empeñen en compararlos. Su cine no posee marcados tics, ni la pluscuamperfección que emana de la gracia de un Dios; ni es, seamos claros, tan manipulador (aunque sea, de nuevo, en el mejor sentido). JA es un contador nato de historias, al que le importa más que emocionarte con ellas, hacer que discurras sobre el porqué te has emocionado y de qué manera.


NOTA: 9/10

TÍTULO ORIGINAL: A Monster Calls

viernes, 23 de septiembre de 2016

"THE GIRLFRIEND EXPERIENCE (serie TV) : Los talentos de Christine

Como en la parábola de los talentos, Christine tiene los suyos. Es guapa, es lista y le gusta follar. Y no los va a desaprovechar. Ni va a esperar al llanto y rechinar de dientes bíblico. Sabe qué hacer con esos talentos. Ser puta, pero no una cualquiera. Será una scort de lujo, a la que puedes pagar porque se convierta en tu novia el tiempo que quieras, o puedas permitírtelo. Y hará todo lo que querrías que tu chica hiciera. Lucir palmito a tu lado, para envidia de quien no conoce el truco. Comportarse como que si le importases. Y, claro, at the end of the day, te la podrás tirar.

De eso va "The Girlfriend Experience". La serie que, inspirada en la peli de Soderbergh, la supera, con creces, en aspiraciones y resultados. Aquella era un experimento, muy de su director, muy, por ello, irregular. Sí que estaban las bases conceptuales y estéticas de la serie. Y su lenguaje narrativo, que no es poco. Pero solo se rascaba la superficie. Ésto es otra cosa. Más alevosa, más perturbadora, más hasta el fondo. Y, además, tiene como prota Riley Keough que le da un revolcón a la pornostar con ínfulas Sacha Grey.


Riley Keough está impresionante en su papel protagónico

La ficción creada, escrita y dirigida, con asepsia quirurgica, por Amy Seimetz, y Lodge Kerrigande, es sobre todo un lúcido ensayo sobre la afectividad, la impostura, las convenciones sociales, la soledad y la confusión de roles. 
Y, como Christine, la serie es elegante, fría y engancha. No tanto por el morbo, sino por el inexplicable cuelgue que sufres de un personaje que que va un paso más allá del antihéroe, heroína aquí, con todo el componente estupefaciente que su personaje poseen.
Porque, muy probablemente, hay mucho de Christine, inconfesablemente, en cada uno de nosotros. De de cómo es, o de cómo querríamos ser. Oportunistas, sociópatas, hedonistas, solitarios, egoístas... Y claro, todos, sin excepción, en algún momento, putas, aunque no haya sexo de por medio.


NOTA: 9/10

TÍTULO ORIGINAL: "The Girlfriend Experience"

OPINIÓN EXPRESS a la salida de EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS

miércoles, 31 de agosto de 2016

"CAFE SOCIETY": Cómo estar de nuevo en casa

Las películas de Woody Allen, son como volver al hogar después de un largo viaje. En ellas reencuentras todo aquello que conoces, amas y te hace sentir como en casa. El jazz, los judíos, el cine clásico, el humor de réplicas con chispa, Nueva York como la mejor ciudad del mundo, y el amor, siempre. Porque Woody es, ante todo, un romántico. De esos old fashion. Y todas sus películas van de estas cosas y, a veces, de hasta de alguna más.

Y “Cafe Society” no es menos, afortunadamente. Es una declaración de cariño a una época, un tipo de películas, una música, en suma, donde a su director no le importaría quedarse a vivir, atemporalmente.
Quizás dicen que el pecado de este octogenario incombustible, es querer rodar un filme cada año. Cierto es que su filmografía es irregular desde que se impuso este reto. Si bien, ésta, es de las redondas. De las que comienzan, se desarrollan y concluyen (y de qué modo, vaya encadenado), con brillantez. Intercalando en su narrativa las diversas historias que la componen y se entrecruzan de modo preciso. Concediendo al relato una agilidad envidiable. Su montaje, aquí, es brillante. 



Pero es que, además, la envoltura formal es soberbia. Los movimientos de cámara, la colocación de ésta y como se planifica y pone en imágenes la narración es de lo mejor que le he visto a Allen en un tiempo. Subrayado todo esto por la fotografía superlativa de ese mago que es Vittorio Storaro.
Decir que los actores están perfectos, es una obviedad cuando hablamos de cualquier filme del genio de Brooklyn, pero capitulo aparte merecen Kristen Stewart (qué voz, que deliciosa presencia), y Blake Lively, arrebatadora en sus puntulaes intervenciones (sobre todo en el primer encuentro con Jesse Eisenberg). 
Y la guinda es que el maestro se reserva el papel de narrador de esta fábula, cuento, ejercicio de confesada añoranza. Lo dicho, como volver, por fin, a casa de nuevo.


NOTA: 8/10

TÍTULO ORIGINAL: "Cafe Society"

sábado, 9 de julio de 2016

"MONEY MONSTER": Moralina made in Hollywood


Tratándose de una peli de la sabiondilla Foster, no pude evitar crearme cierto hype antes de entrar a “Money Monster”. A ello contribuyó el tema y que en la producción andaban enredando Clooney y Grant Heslov, que en lides parecidas parieron perlas como de “Buenas noches y buena suerte” o “Los idus de Marzo”.
Pues bien, como dicen los taurinos, tarde de expectación, tarde de decepción, aunque con matices... 
Lo primero que habría que hacer es olvidar filmes que podrían ser más o menos referenciales, como “Tarde de perros”, “Network, un mundo implacable” o, los más recientes y más lúdicos, (aunque con poso) “John Q” o “Plan Oculto” . Y ello, porque, el asunto desde casi el arranque es errático, como lo es el tono y, sobre todo, tópico y hasta simplón el diseño de personajes, y el argumento y su resolución, pese a la espectacularidad que de hecho la rodea.
Y es que, nos encontramos más ante una peli con moralina, de esas que hace Hollywood para lavar su conciencia, que ante el “algo más” que se le presupone a sus factotum
Bien que no todo el mundo puede ser Sorkin, y que George y Julia no son un trasunto de Daniels y Mortimer, en “The Newsroom”, pero se echa de menos chicha, diálogos, y dirección de actores, al menos, sobre todo en Clooney, que roza lo ridículo y es devorado, sin miramientos, por ese chavalito de “71”, “Invencible” o “Convicto”, Jack O´Connell, que entiendo es todo su mérito, vista la carrera que ya luce. 
Eso sí, y ahí van los matices, se agradece la solvencia y buen manejo de la cámara. Y que pase volada. Pues entretener, entretiene. Pero me sabe tan mal que vosotros, Foster, Heslov y Clooney, me tratéis como espectador bobalicón, de pelis de buenos y malos, y de historias apapilladas...

by @magnumcallahan


NOTA: 6/
10


TÍTULO ORIGINAL: Money Monster

WEB OFICIAL Y TRAILER

DATOS ADICIONALES

viernes, 15 de abril de 2016

"KIKI. EL AMOR SE HACE": Me pone mucho este cine que haces, Paco

Probablemente, Paco León sea uno de los autores que más tienen que aportar a la actual comedia española. Tras tres películas, no es ya un soplo, sino un vendaval de aire fresco. Desinhibido y contando lo que le apetece y como le apetece, cada una de sus realizaciones ha sido un paso adelante, en donde ha probado, a las claras, su deseo de ser un director de cine y no un actor que juega a serlo. 
Con “Kiki. El amor se hace”, abandona los terrenos conocidos, ese universo familiar pluri- anecdótico que le alentaba y protegía, en el que se sentía suelto, confiado. Destetado de la personalidad devoradora de Carmina y sin incluso la presencia de María, afronta con agallas un filme coral, con casting no sanguineo. Con actores a los que hay que dirigir y demostrar lo que vale un peine. Sin la red que da haberte criado con ellos. En una cinta, además, adaptación de texto y película previo, con historias colaterales, de tema cuyo trato tiene su miga…


Pero el resultado es sencillamente extraordinario. Funciona todo en esta realización narrada con agilidad, desprejuiciada, fresca, y hasta, ojo, con su chicha. Y con trazas estéticas que dan un paso de gigante a la hora de definir a su autor, un tipo, por otro lado, definitivamente dotado (y como) para la comedia. Y con interpretes de los que obtiene ese estado de gracia que traspasa la pantalla y que hace disfrutar, que salgas de la sala con la sonrisa puesta. Me pone mucho este cine que haces, Paco.


NOTA:8/10

TÍTULO ORIGINAL: "Kiki. El amor se hace"
WEB OFICIAL Y TRAILER

sábado, 9 de abril de 2016

"JULIETA": Todo sobre mi hija

Me fascinan los grandes creadores en su etapa de madurez. Esa que llega posterior a las obras maestras, a los grandes éxitos. Cuando el trabajo se vuelve más personal, auténtico. Quizás hablo, en el caso del cine, de películas imperfectas, lejos de la redondez de aquellas con las que llegó la consagración, el premio, el reconocimiento universal. Pero son filmes que atesoran instantes, detalles, y un modo de contar las cosas que viene de vuelta; que sale de hacer aún más si cabe lo que realmente quieres, porque ya está todo demostrado. Un modo, en suma, auténtico y más de genio. 


Con “Julieta” creo que Pedro ha alcanzado ese momento dulce que, personalmente, siempre es el que más me interesa. Su última realización está alejada de prodigios intachables como “Todo sobre mi madre” (quizás su mejor película), y se sitúa más próxima a “La flor de mi secreto” (una de mis favoritas). Como en ésta última, los riesgos que siempre asume el manchego en cada cinta, no están en las extravagancias, en los retruécanos narrativos, sino en la autocontención más consciente y que en “Julieta” se me antoja extramísima. 

Cierto es que en élla se detectan también los tics identitarios del clásico Almodovar. El exquisito gusto por la puesta en escena, con esa plasticidad cromática, geométrica y ese gusto por el glamour kitch. Los looks personalísimos en los estilismos de sus protagonistas. El cameo cuasi cómico, con chiste privado. Y las influencias del drama y del melodrama clásico yanqui. O la confesable admiración por grandes como autores como Sirk o Hitchcock, en lo narrativo, en lo estético. Y claro, esa propensión a la teatralidad que convierte su particular universo en algo irreal.

Almodovar dirige a Adriana Ugarte 

Todo esto está en “Julieta”, faltaría más. Pero su uso no es desbocado, ni profuso. Es sutil, refrenado, incluso por momentos hasta en demasía, lo que a veces puede ocasionar una sensación de frialdad o de ausencia de lógica o explicación en reacciones, acciones y comportamientos de los personajes. 

Pero aquí esa contención es deliberada, buscada, en un intento de ser la película en la que decide probarse a sí mismo cuanto es capaz de desnudar el dolor, la culpa, la fatalidad, la madurez y los efectos del paso del tiempo. 

El viaje ha sido, según el propio Pedro, el más difícil, en lo personal. El que más entrañas ha destapado. El resultado refleja ese parto traumático y no es equilibrado, adolece muy probablemente de las irregularidades que sus detractores se apresuran a remarcar. Pero el autor de “Volver” posee esa sensibilidad, ese modo de fabricar imágenes, esa capacidad para diseccionar sentimientos, para descubrir el ánima del ser humano, que, los aciertos se sobreponen a los errores embebiendo al final al espectador, al que consigue, en un puñado de excepcionales momentos, hacer sentir lo que los actores acaban por vivir, sobre todo cuando consigue que trasciendan lo, a priori, siempre impostado de sus personajes.


NOTA: 8/10

TÍTULO ORIGINAL: "Julieta"


domingo, 21 de febrero de 2016

"DEADPOOL": El primo gamberro de la Disney

“Deadpool” no es la puta octava maravilla del séptimo arte. Ni tampoco ese anatema ante el que la crítica del club Tena Lady se santigua, tras arrojarla al váter envuelta en sesuda mojigatería. No, es una gamberrada de acción de las que tanto nos entusiasmaron en los 80, esa década dorada del género en la que los héroes repartían hostias como panes, mientras espetaban coñas a mayor gloria de su testiculina. Ese cine ya murío, se lo merendó Disney y su corrección política. Por eso, cuando en la fiesta de puesta de largo de la princesa del cuento se cuela el primo sinvergüenza, el espectáculo promete. Y en este caso, hasta cumple.
Cumple con su ración de acción visible, sangrienta, cañera y coreografiada a mayor gloria de una violencia que va todo lo más allá que una Major puede tolerar. Por lo que jamás molesta, es jocosa y de teatral, inverosímil. Así que, tranquis, nada que no hayamos visto en cualquier dibujo animado para adultos de los que, erróneamente, se despachan en la tele a horario infantil.
Y cumple, en su humor, milagro, nada cargante, con un rosario de pedorretas, chistes y, sobre todo, puyas cinéfilas y a la industria y sus estrellas, Liam Neeson, Hugh Jackman y prota incluidos. Nada a lo Ricky Gervais, claro. No escandalicemos al que tiene que aflojar la guita. Todo buen rollero y molón, como el héroe en que por fín Linternita Verde ha conseguido transmutarse.

Miller dirige a Deadpool

Pero acepto gustoso pulpo como animal de compañía, porque otra cosa estaría fuera de lugar en esta serie “B” tópica pero desinhibida, al estilo Raimi de “Darkman”. ¡Y no hay héroe nolaniano! ¡Y dura menos de 2 horas! Mi culo da las gracias. 
Si sumamos a lo todo lo anterior, que Morena Baccarin va de novia putón y Gina Carano de Colosa neumática, a mi el primo Miller ya me ha ganado, al levantarle las faldas todo lo que la princesita taquillista Disney se deja.

By @magnumcallahan

NOTA: 7/10

TÍTULO ORIGINAL: Deadpool

viernes, 5 de febrero de 2016

"EL RENACIDO (The Revenant)": La machada de Iñárritu

Probablemente, a Iñárritu, como buen mejicano, le van las machadas. Y “El renacido” lo es. Como lo fueron “21 gramos”, “Babel” o “Birdman”, filmes que no se contentaban con contar historias convencionales, de modo tradicional. No. A este tipo le va eso de retorcer los esquemas narrativos, llevar sus actores al límite y crear personales maneras de contar historias. 


Ya, el fulano está engolado, y más desde su oscar por la peli con Keaton. Es ambicioso, y parece que en cada proyecto que acomete esta creando una Mona Lisa. Pero... ¡qué diablos! no tengo narices de criticar en esto del cine (y en la vida, en general) a quien piensa que no hay reto grande, sino ambición pequeña. 

No se cual será la próxima, pero, de momento eso, de irse al quinto pino, donde solo hay nieve, frío y la nada, a recrear el infierno survival que revive el filme en los huesos maltrechos de los actores de su casting, mega-star hollywoodiense incluida, me hace alabarle el gusto, D. Alejandro, al recordarme los tiempos en los que el cine veía a genios como Coppola mirar de frente a la locura, en todos los sentidos, con aventuras fílmicas de magnitudes como “Apocalypse Now”.

Iñárritu dirige a Di Caprio

Caído en desgracia Mel Gibson, a quién, como director y actor, el proyecto le hubiera venido hace unos años de perilla, quizás se usted el tipo con más redaños para esta reversión de la historia del trampero Hugh Glass, que ya llevaran en los 70 dos Richard a la gran pantalla: Richard C. Sarafian como realizador, y Harris, como protagonista.

Pero al final, machadas aparte, el asunto se viene a resumir en si ha merecido o no la pena tanta proeza. La respuesta aquí es, sí, rotundamente. 

Así, lo primero que sobrecoge del filme es su brutalísima puesta en imágenes, con una planificación, dirección y retrato de paisajes y sensaciones, por parte de Emmanuel Lubezki, como diría el torero im-presionante. Filmada con luz natural, casi siempre a la hora bruja, esa que es puente entre el día y la noche, a modo de metáfora del limbo vital en que se encuentra el protagonista, entre la vida y la muerte; lo de este fotógrafo, es además una aventura retratista de puntos de vista sobrecogedores en condiciones extremas. Me remito a secuencias como la magistral del ataque inicial.

El otro gran hito que pasma del filme es el auténtico tour de force contra sí mismo y la Naturaleza más agreste y despiadada que sufre Leonardo Di Caprio, y del que sale victorioso y de qué manera. Leo, has tenido papeles actorales mejores, pero si no te dan el oscar aquí como desagravio por el derroche de fisicidad del que haces gala, chico, olvídate. Realmente, la industria te detesta más que John Fitzgerald en el filme.
Lubezki, el Dios de la luz

Me gustan además muchas ideas que tiene la cinta, como por ejemplo, el retrato primitivo, despiadado, cruel y desmitificador de la forja del Nuevo Mundo. O como la película gira en torno a la idea de los padres y los hijos, que hacer por ellos o a consecuencia de lo que a ellos les pasa, como motor elemental del comportamiento humano (y animal).

Solo afeo del filme, algunas suspensiones de la incredulidad en la supervivencia y mejora física del trampero protagónico; como éste no es asesinado en un instante casi inicial de la cinta (aunque de ser así, hubiéramos jodido el invento); o como se resuelve el enfrentamiento final conceptualmente (con unas trascendencias espirituales casi fuera de lugar) y desde el punto de vista de la planificación del duelo, con acciones mal coreografiadas y hasta imposibles si comparamos los cuerpos de Tom Hardy y Di Caprio. 

Los homenajes (y algo más) a Tarkovski

Pero es pecata minuta ante la experiencia cinéfila, absorbente, nada pesada, pese al metraje y gloriosamente homenajeadora (y hasta algo más) del gran maestro Andrei Tarkovski. Eso sí, claro, de obligado visionado en pantalla grande, que digo grande, enorme güey.


NOTA: 9/10

TÍTULO ORIGINAL: The Revenat

sábado, 9 de enero de 2016

"STEVE JOBS": Sorkin, sí; Boyle, no

“Steve Jobs” no es “La Red Social”. En ésta última, a los que agoraban de ella mil cosas (entre otras, ser una película oportunista) Fincher respondió con oficio calculado, facturando un filme que tenía el tempo que añoraba J. K. Simons en “Whiplash”, ese que maridaba con el guión de Sorkin en envidiable simbiosis.

Pero Danny Boyle no es David Fincher. Es un tipo mucho más efectista, tramposo y falto de equilibrio. De ahí que la puesta en imágenes típica en su cine sea mucho menos sutil, más plástica y, en muchos momentos, deliberada y erróneamente protagonista.
Su abanico de trucos estético pueden ser útiles, cuando se trata de sumergirse en el subconsciente enganchado de un yonki (“Trainspotting”); o, cuando hay que distraer al público evadiendolo del único lugar en el que transcurre una historia (“127 horas”). Pero cuando hablamos de una cinta en la que “el cómo se cuenta” debe ceder su sitio a “lo que se cuenta”, los aspavientos narrativos están de más. 

Winslet, espectacular en el filme, junto a Fassbender

Así, los cambios de grano en la película, según pasan los tres actos, o la sobreimpresión de imágenes, pueden resultar recursos curiosones, pero el exceso de protagonismo estético puede llegar a lo grotesco (esos planos holandeses...) y hundir la función en momentos clave, como aquí ocurre (ejemplo, la escena de la reunión del despido).
Boyle, definitivamente, no es realizador para un filme guionizado por Sorkin. Le falta ubicación, perspectiva. Añadamos a ello, que aquí se le adivina incluso escasez de ganas, al ser un producto de mero encargo.
Los trabajos del creador de “The Newsroom” son de por sí un tour de force. Un ejercicio de movilidad verbal, física y conceptual. Que precisan de la atención del espectador, que no puede distraerse con nada, si pretende embeberse de todo lo que se le está contando. Así lo han entendido, además de Fincher, gente como, por ejemplo, Rob Reiner (“Algunos hombres buenos” y “El Presidente y Miss Wade”, filme germen de la mítica “El Ala Oeste de la Casa Blanca”), cuyos trabajos de realización han sabido situarse en un plano de ejemplar sencillez, que no simpleza, a la hora de poner en imágenes los textos de este guionista privilegiado. 

Boyle y Sorkin, agua y aceite

Y sí, el libreto de “Steve Jobs” no es perfecto. Claro que no lo es. Y está lejos de poseer el calado de otras obras de su autor. Pero, no perdamos, de nuevo, perspectiva. Probablemente, partir de una biografía autorizada como es el caso, no da mucha chance a ponerse incisivo, polémico o destapador de vergüenzas (aunque algunas, o varias, se expongan). Quizás aquí la virtud hay que buscarla en conseguir colar los dos primeros actos, estupendos, antes de rendirse al empachoso buenismo salvífico del tercero.


NOTA: 6/10

TÍTULO ORIGINAL: "Steve Jobs"