domingo, 1 de junio de 2014

"TODOS ESTÁN MUERTOS": Lady Anaya



Hay películas que son una actriz. Para bien y para mal. Es el caso de “Todos están muertos”. Y es que la interpretación de Elena Anaya aquí se mete hasta el tuétano. Embebe, obnubila y aturde. Deseas que no salga nada más en pantalla que ella. ¿Para qué otra cosa? ¿Para qué malgastar esfuerzos en contar una historia manida, trufada de lugares comunes, previsibles? 

Amores platónicos juveniles, despertares sexuales inciertos, muertes traumadas, hijos no deseados, relaciones más que fraternales... Y todo este gazpacho culebronil, presentado como en un remake de “Ghost” pergeñado por la prima mejicana de Almodóvar...




¿Pero, sabéis que? me da igual todo ello, y su morosidad y su pretenciosa modernidad (que no es tal). Me es lo mismo, porque Álvaro Gutiérrez hace magia con su fotografía y extrae un delicioso glamour feista de la que bien podría haber inspirado a Leiva cuando compuso Lady Madrid con Pereza.
Da igual su cardado flequillero, lo resquebrajado de sus labios, su conspicua delgadez, la ausencia de maquillaje o el vestuario así, como de andar por casa. O quizás es la milagrosa conjunción de todo. El caso es que es imposible que la cámara quiera más a una actriz. ¡Cómo aguantas primerísimos planos Lady Anaya! Tu presencia, tu mirada y tus titubeos en la voz compensan cualquier cosa que me jale del brazo, constantemente, para sacarme de la película, casting infanto-juvenil incluido... Tela de la marinera lo del nene co-protagonista.



“Todos están muertos” es pues, para mal y para bien, una actriz, un personaje, una interpretación, una presencia, que arrebatan al espectador hasta el babeo, sí, a los acordes, además, de gente como Akrobats que le dan un punto hypster que mola a modernetes sabiondos como yo... y da igual que todo lo demás esté, a su lado, muerto o, al menos, lo parezca.



NOTA: 6/10

TÍTULO ORIGINAL: "Todos están muertos"